viernes, 19 de julio de 2013

Francisco I. Madero y EL PARTIDO CATÓLICO NACIONAL (1911-1917)



EL PARTIDO CATÓLICO NACIONAL

(1911-1917)



Francisco I. Madero fue postulado por el 
Partido Católico Nacional


Por Bernardo López Ríos *

* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica


Antecedentes



El Movimiento Social Católico


La llegada al poder por parte del partido liberal, provocó que los católicos conservadores se vieran obligados a guardar una posición política neutral, sólo interrumpida para resistir la absurda política anticlerical del presidente Sebastián Lerdo de Tejada (quien desterró a 10 Jesuitas [1] y a todas las Hermanas de la Caridad, a las que había respetado el mismo Juárez por su labor humanitaria),[2] y para hacer un último e infructuoso intento de participación política al inicio del gobierno de Porfirio Díaz. 

En lugar de la acción política, se dedicaron a la acción social y al apostolado seglar, de conformidad con lo dispuesto por la pastoral de los tres arzobispos de 1875.

A pesar de las adversidades del ambiente socioeconómico político liberal, fueron muy notables los esfuerzos realizados por los católicos en favor de la justicia social, así como del desarrollo del movimiento social católico en México en estos años:

Gracias a la Comisión de Colegios de la denominada Sociedad Católica de México (fundada en 1868), se impartieron clases nocturnas de religión, de aritmética y de francés en el Colegio Universal; 

hacia 1870 se impartían estas mismas clases en cinco colegios. Entonces se fundó la Escuela Preparatoria de la Sociedad Católica, la cual competiría con la Escuela Nacional Preparatoria, cuyo programa positivista [3] y laico preocupaba a los católicos. 

En efecto, en 1867 el presidente Benito Juárez decidió imponer el positivismo en las escuelas públicas, para lo cual se formó una comisión integrada por Gabino Barreda (discípulo en Francia de Augusto Comte) y otros, que redactó la ley que a partir del mismo año regiría toda la enseñanza. 

Al año siguiente, en 1868, iniciaría sus labores la Escuela Nacional Preparatoria con un plan de estudios de orientación positivista, elaborado por su primer director y fundador Gabino Barreda. Afortunadamente, en 1914, Pedro Henríquez Ureña modificaría el plan de estudios añadiendo otros de carácter humanístico.[4] 

Véase nuestro capítulo sobre “El Ateneo de la Juventud”:


En 1878 se funda la Escuela Católica de Jurisprudencia en la que los profesores impartían clases gratuitamente; previamente, en 1870, ya se había fundado la Escuela de Jurisprudencia de la Sociedad Católica de Guadalajara en esta ciudad. 

En ellas se formarían hombres como Francisco de P. García y José López Portillo y Rojas, quienes más tarde defenderían públicamente los principios políticos de la Doctrina Social de la Iglesia.

Hacia 1891, año en que aparece la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, llamada con razón la Carta Magna de los Obreros, los jóvenes católicos conscientes de los estragos sociales causados por el liberalismo en la vida económica y social de los pueblos, en particular en México, 

siguieron las sabias orientaciones del Papa y las reformas sociales se convirtieron entonces en la preocupación intelectual dominante de los pensadores católicos: 

se publicaron artículos, folletos y libros que trataban sobre “la cuestión social”, la cual, de acuerdo con el Papa León XIII, no era sólo un problema económico, sino también moral y religioso; por tanto, su adecuada solución requería de medios materiales, morales y espirituales.

Congresos Católicos y Semanas Sociales

En 1876, la Sociedad Católica de México celebró una asamblea general a la que concurrieron representantes de toda la República, con el fin de estudiar y de proponer soluciones a los problemas nacionales. 

En 1885, el Arzobispo Labastida realizó un loable esfuerzo al intentar celebrar un Congreso Católico, aunque será en la primera década del siglo XX cuando se organizarán sistemática y periódicamente los primeros Congresos Católicos y Semanas Sociales en México, siguiendo el ejemplo de Congresos semejantes realizados desde el siglo XIX en Bélgica, después en Alemania, Suiza, Francia, España, Italia, Inglaterra y Estados Unidos. 

Algunos prelados mexicanos, como Ignacio Montes de Oca, habían estado presentes y habían participado en varios de estos Congresos y promovieron su realización en México.

En 1903 se llevó a cabo el Primer Congreso Católico Mexicano en Puebla. 

Sus trabajos y conclusiones versaron sobre los siguientes puntos: fundación de círculos católicos; beneficencia, en particular las conferencias de San Vicente de Paúl; 

formas de combatir el alcoholismo; forma jurídica de los establecimientos de instrucción y beneficencia; círculos católicos de obreros; prensa católica; teatro malo; instrucción pública católica; problema indígena; organización de futuros Congresos.

En 1904 se llevó a cabo, en Morelia, el Segundo Congreso Católico de México y Primero Mariano

Se estudiaron: los medios para que todos los obreros tuvieran trabajo, las medidas para evitar los vicios entre obreros, la evangelización y civilización de los indígenas, y cuestiones relacionadas con los círculos obreros. 

Se recomendó que, por todos los medios posibles, se impartiera la instrucción primaria a la clase obrera, en escuelas parroquiales para niños y adultos y que también se establecieran escuelas agrícolas, de artes y oficios y talleres.

En 1906 se celebró el Tercer Congreso Católico Nacional y Primero Eucarístico, en Guadalajara. 

El acento se puso sobre la justicia social y sobre los deberes de los patrones. Los trabajos versaron sobre: la dignidad de la mujer; la santidad del matrimonio y del hogar, la niñez y la familia; la sociedad y apostolado expiatorio eucarístico; 

los caballeros cristianos; la prensa eucarística popular; la autoridad pública y las costumbres cristianas; las sociedades de obreros y su organización en las parroquias; remedios al pauperismo; 

los patronos y la protección a los trabajadores; campaña contra el alcoholismo; la beneficencia particular cristiana; la prensa católica y la educación de la niñez y de la juventud. 

Se concluyó que a los obreros se les debía pagar su salario íntegro y en dinero en efectivo, salvo que los trabajadores prefirieran otra costumbre, y que el salario justo no puede ser inferior al mínimo suficiente para el sostenimiento de un obrero frugal y de su familia. 

Esta tesis del salario familiar fue repetida por los católicos en muchas ocasiones. En una de las intervenciones, el seglar Nicolás Leaño concluyó con una predicción:

México está al borde de una revolución sangrienta… Quien ha tenido la oportunidad de conocer a los infelices trabajadores, se da cuenta de la responsabilidad de los patronos en la revolución que viene.[5]
 
En 1909 se celebró el Cuarto Congreso Católico Nacional, en Oaxaca, dedicado exclusivamente al problema indígena. 

Los temas tratados versaron sobre: medios prácticos para la mayor difusión de la educación religiosa entre los indígenas; sistema para la educación política del indígena; difusión de la buena prensa entre los indígenas; 

medios para mejorar la higiene entre la gente del campo; recursos para combatir el alcoholismo entre los indígenas, y para combatir el concubinato y el adulterio; fundación de escuelas rurales y de la instrucción que deben impartir; 

condiciones a que ha de sujetarse el salario; medios para mejorar la alimentación, el vestido y la habitación de los peones en las fincas de campo; sistema para establecer tiendas en las fincas rurales; 

formas para extirpar la vagancia y la mendicidad; remedios para concluir con las cuestiones de los indígenas sobre límites y propiedad de tierras; jornada máxima de trabajo; 

medidas para prevenir accidentes en las minas y remedios para combatir el juego, las riñas y otros vicios comunes en los centros mineros; 

higiene en las fábricas; remedios contra las huelgas; formas de solución para los conflictos entre el capital y el trabajo; círculos de obreros y mutualismo.

En 1904 se lleva a cabo el Primer Congreso Agrícola Regional, en Tulancingo. 

Los temas estudiados fueron: medios de combatir la embriaguez; medios de protección a la existencia de la verdadera familia entre los trabajadores del campo; protección a la niñez; medios de aminorar la miseria de los trabajadores del campo; salarios y estímulos económicos para los jornaleros. 

Cuestiones semejantes fueron estudiadas en el Segundo Congreso Agrícola Regional en 1905, en el que se pidió a los amos, patrones y empresarios que establecieran pensiones vitalicias para los obreros que se invalidaran o envejecieran en el ejercicio de su empleo o de su trabajo. 

En el Tercer Congreso Agrícola Nacional en Zamora, en 1906, se incluyeron asuntos técnicos y se concluyó que no era conveniente que los peones pagaran a los patrones renta por sus casas.

La Primera Semana Católico Social se llevó a cabo en 1908, en León. Tomando el modelo aplicado en Francia, esta Semana era una especie de curso, generalmente de siete días, impartido por maestros competentes orientados de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, que exponían diversos temas de la ciencia social para la formación de los asistentes; eran “universidades ambulantes”

El programa de esta Primera Semana contenía una explicación de la naturaleza de la acción social católica y de la necesidad de aplicarla activamente a los trabajadores del campo; una explicación de estas experiencias en la práctica; conferencias sobre: 

el sacerdote católico y el proletariado, las cooperativas de crédito o cajas del sistema Raiffeisen,[6] y sobre las formas de la acción católica social más adaptables a los labriegos mexicanos; estudios técnicos sobre flora regional, aprovechamiento de aguas y forrajes, y un estudio estadístico sobre la agricultura en la Diócesis de León.

La Segunda Semana Católico Social se llevó a cabo en el Seminario Conciliar de México, en 1910. Se presentaron trabajos sobre: el derecho de propiedad; 

el salario; la urgente necesidad de subir el salario a los obreros; el carácter de una Semana Católico Social; obstáculos que impiden fijar un tipo determinado para el salario de los obreros; la necesidad que tiene el sacerdote de intervenir en la acción católico social; 

las necesidades económicas de los obreros y los modos de solventarlas; medios prácticos para mejorar las condiciones económicas y morales de los obreros; aumento del salario; la conveniencia de establecer gimnasios, juegos sanos para los obreros y cajas de ahorro; 

la conveniencia de establecer estudios sociológicos en los seminarios; se presentaron algunos trabajo de carácter técnico sobre la agricultura. 

Se explicó que el Estado debe preocuparse por el mejoramiento del salario, proteger la producción de artículos de primera necesidad y evitar la multiplicación de productos nocivos.

La Tercera Semana Católico Social se llevó a cabo en la Universidad Pontificia de México, en 1911. La Cuarta Semana Católico Social se celebró en Zacatecas, en 1912, y se dedicó exclusivamente al problema agrario: organización rural; soluciones eficaces a la cuestión agraria; conferencias especiales para agricultores, mineros y obreros. 

Los trabajos presentados versaron sobre: la situación de los indígenas a consecuencia de la desvinculación de los bienes comunales agrícolas; la usura en la agricultura; el reparto de tierras (crítica del reparto gratuito); 

el bien o patrimonio de familia; el Boerenbond belga como ejemplo de Federación Agrícola; los grandes beneficios sociales del catolicismo; la acción social del sacerdote católico; el trabajo de la mujer y otros temas más.

Otras reuniones de gran importancia fueron las “Dietas” de la Confederación Nacional de Círculos Católicos de Obreros. 

La primera Dieta se realizó en México en 1911, con el fin de constituir la Confederación. 

La segunda Dieta se llevó a cabo en Zamora, en 1913, en plena época revolucionaria, de anarquía y de guerras intestinas. 

En ella se presentó el estudio de uno de los grandes sociólogos del siglo XX en México: el R.P. Alfredo Méndez Medina, S.J., quien presentó La Cuestión Social en México, que contiene los principios básicos de un programa integral de reforma social para México y que sirvió de inspiración a los legisladores revolucionarios para elaborar el Artículo 123 de la Constitución Política de México en 1917.

El Padre Méndez Medina, S.J., se había distinguido por su preparación social en Europa (estudió en España, en Francia y en Bélgica, y estuvo en Inglaterra, en Holanda y en Alemania); 

había tenido oportunidad de conocer en Bélgica la obra iniciada en 1904 por el Padre Rutten, Secretario de Uniones Profesionales, la cual llegaría a contar con 100 mil socios, y fue el principio del sindicalismo cristiano.

El Padre Méndez Medina, S.J., sostenía que el problema social mexicano se debía a la destrucción de los vínculos corporativos, al maquinismo industrial y a la protección que concedía la legislación liberal a los capitalistas. 

El sistema económico liberal, individualista y egoísta, llegaba a su fin y era necesario reemplazarlo por un sistema de asociación y de solidaridad. 

En su estudio intitulado La Cuestión Social, el Padre Méndez Medina, S.J., presentaba un programa conforme en lo substancial con otros dos aprobados y elogiados explícitamente por Su Santidad León XIII: el Discurso-Programa de St. Etienne, del célebre Conde Alberto de Mun (diciembre de 1892) y el Congreso Social de Roma (febrero de 1894).

He aquí el histórico programa social católico de la Dieta de Zamora:

1. Preservación del hogar doméstico y de la vida de familia, para lo cual se requieren:

a) la fijación en cada industria, por un Consejo profesional, del salario mínimo para un obrero adulto en condiciones normales de vida

b) una sabia reglamentación del trabajo de mujeres y niños, tendiendo a la supresión del de mujeres casadas y del de niños menores de 12 años, dando sólidas garantías de higiene, moralidad y seguridad al de jóvenes solteras

c) la adquisición de un bien de familia inembargable e indivisible, que consista no sólo en la pequeña finca rural, sino también en la pequeña habitación urbana y taller del artesano

2. Instituciones que aseguren al obrero contra el paro involuntario, los accidentes, las enfermedades y la penuria en la vejez

3. Consejos permanentes de arbitraje obligatorio para resolver pacíficamente los conflictos entre el capital y el trabajo

4. Facultad de participar, en lo posible, de los beneficios y aun de la propiedad de las empresas (cogestión,[7] diríamos en la Economía Social de Mercado)[8] que se presten a ello, por medio de acciones liberadas o por otros medios de fácil aplicación

5. Protección contra el agiotaje y especulación manifiesta o solapada que de diversas maneras concentra en pocas manos las riquezas nacionales, abusando de la inexperiencia o necesidad ajena

6. Facilidades para la organización y protección de la clase media, por medio de asociaciones independientes de empleados particulares y del Estado, de pequeños industriales, de pequeños comerciantes, etc.

7. Protección eficaz del trabajo a domicilio, sobre todo del de las mujeres y jóvenes costureras, fundándose con ese objeto las obras de asistencia y defensa profesional que sean necesarias

8. Representación legal ante los Poderes públicos de los intereses de los trabajadores, por medio de delegaciones profesionales

9. Por lo que toca a la cuestión agraria, propondremos aparte un programa especial, en el que, haciéndose cargo del respeto debido a los legítimos derechos de los terratenientes y propietarios, ofrecemos todo un sistema de reformas enderezado a asegurar en lo posible al campesino laborioso y honrado, la posesión y el uso más estable de un terreno suficiente para el decoroso sostenimiento de su familia. 

En dicho programa daremos capital importancia a aquellas instituciones que al mismo tiempo que favorecen económicamente al campesino, lo instruyen en su oficio, lo educan, lo moralizan y le aseguran contra propios defectos y desaciertos que hacen improductivo y contraproducente el mejoramiento económico

10. Nuestras reformas procederán de una manera normal y graduada por etapas sucesivas, sin transiciones bruscas ni prematuros avances; pero con paso firme, sostenido y constante, marchando hacia el progreso ideado.[9]

El programa del Padre Méndez Medina, S.J., incluía importantes solicitudes a los Poderes públicos:

1. Que reconozcan la personalidad jurídica de los sindicatos profesionales, con derecho de propiedad mueble e inmueble tan amplio como lo necesiten, derecho de jurisdicción profesional sobre sus miembros y derecho de representación cerca de los Poderes públicos

2. Que reconozcan a los sindicatos, Cámaras sindicales y Asociaciones privadas semejantes, el derecho de fijar una tarifa de salarios sobre la base de un salario equitativo en sí mismo y socialmente conveniente

3. Que dicten y sancionen eficazmente la ley del descanso dominical

4. Que introduzcan en el Código Civil las modificaciones necesarias para convertir en bienes de familia inembargables e indivisibles, pequeños dominios rurales o urbanos

5. Que sometan a una severa legislación a las Bolsas de Valores y comerciales

6. Que repartan más equitativamente las cargas fiscales, demasiado pesadas hoy para los pequeños contribuyentes, reformando, sobre todo, los impuestos que hacen la vida más cara y estableciendo en general un sistema de contribuciones tal, que el gravamen de los pobres y el de los ricos sea proporcionado a sus fuerzas relativas.[10]

Si ese Programa se hubiese hecho entonces ley, no hubiera sobrevenido como sobrevino la destructora revolución constitucionalista, o, por lo menos, le hubiese restado elementos o quitado pretextos para las múltiples violencias e injusticias a que recurrió por desgracia.[11]

Otras Obras Sociales de la Iglesia

Aunque desde hacía mucho tiempo existían organizaciones mutualistas católicas, cabe resaltar que en 1902 el Presbítero don Antonio Correa fundó en Guadalajara la “Sociedad de Obreros Católicos de la Sagrada Familia y de Nuestra Señora de Guadalupe”, con el fin de beneficiar a sus asociados por medio de los seguros de vida y matrimonial, de la asistencia médica y de la Colonia Obrera Guadalupe (compuesta por 47 manzanas). 

Esta Sociedad de Obreros Católicos llegó a contar con más de 7 mil obreros y 9 mil obreras.

Desde fines del siglo XIX funcionaban numerosos Círculos de Obreros. En 1907 el señor Canónigo don José Othón Núñez fundó uno de ellos en la antigua Antequera, contando con más de 1,300 socios repartidos por oficios.

Asimismo, en 1907, el R.P. don José María Troncoso, General de los Padres Josefinos, comenzó e reunir en una sola institución a los diferentes Círculos Obreros. 

En 1908 constituyó la “Unión Católica Obrera” con el fin de apoyar a sus miembros, orientar sus actividades y estudiar y solucionar la cuestión social en México, en particular la cuestión obrera. Su órgano fue "El Grano de Mostaza". 

En 1911 se verificó en la Ciudad de México la primera “Dieta” de los Círculos Católicos Obreros establecidos en el país, que tuvo como principal resultado la constitución de la Confederación Nacional de Círculos Católicos de Obreros, formada por 43 Círculos, con 12,332 socios. 

Las actividades de la Confederación estaban dirigidas a fundar mutualistas - pues entonces todavía privaba más el carácter de socorros mutuos que el de defensa - y escuelas para obreros, a organizar conferencias religiosas y cívicas, etc.

En 1909 se reorganiza la Escuela Católica de Jurisprudencia de Guadalajara, en la cual Miguel Palomar y Vizcarra imparte las clases de economía política, sociología y estadística. 

En dicha escuela, al igual que en la Facultad de Derecho Civil de la Universidad Católica de Puebla, se estudia sociología con las orientaciones de la Doctrina Social de la Iglesia.

El Centro de Acción Católico Social Ketteler es fundado en 1909, llevando el nombre del ilustre Obispo de Maguncia, Alemania, y gran predecesor del Papa León XIII, por sus brillantes estudios y acciones para solucionar la cuestión social.

En 1912 se funda en Puebla el Centro de Estudios Sociales, presidido por Francisco de Velasco.

Por iniciativa del Padre Méndez Medina, S.J., se funda en 1912, en el Colegio “Mascarones”, el Centro de Estudios Sociales León XIII, el cual fue un activo foco de ideas sociales adaptadas al desarrollo moderno de la ciencia y a cierta experiencia. 

Dos proyectos principales figuraban en este importante Centro:

1. Lanzar con franqueza y claridad la idea “sindical”, la que en forma confusa e imprecisa flotaba en el ambiente de los extremistas de la llamada Casa del Obrero Mundial, la cual no pensaba todavía propiamente en sindicatos

2. Preparar un proyecto de legislación bien adaptada a las necesidades de la época

Se elaboraron varios proyectos de leyes sociales, sobresaliendo los de: Uniones profesionales (sindicatos); riesgos profesionales; descanso dominical; Bien de Familia indivisible e inembargable (Patrimonio Familiar). 

Estos proyectos de ley fueron presentados a las Cámaras en 1913 y 1914. Los católicos sostuvieron el principio, que nadie había sostenido antes

“La indemnización por accidentes de trabajo es responsabilidad de la empresa industrial, la cual tiene que tiene que satisfacer sin perjuicio ni informaciones previas”.

Los diputados del Partido Católico Nacional que pertenecían al Centro de Estudios Sociales León XIII, fueron los que hicieron los proyectos de leyes de contenido social que dicho partido presentó al Congreso de la Unión. 

A los diputados católicos de Jalisco, en 1914, se debe el haber aprobado la Ley de “El Bien de la Familia”, de la representación proporcional, y del reconocimiento de la personalidad jurídica de los sindicatos.

En 1913 el Padre Méndez Medina, S.J., funda el primer sindicato moderno mexicano, el de constructores, en la capital de la República. 

Para esta fecha se puede estimar en 50, mil el número de trabajadores militantes en las organizaciones católicas, es decir, más de la mitad de los trabajadores organizados en México.

Entre las muchas obras sociales del célebre Padre Carlos María Heredia, S.J., merecen recordarse: la Escuela de San Felipe de Jesús, para papeleros, la cual llegó a tener 400 alumnos; un taller-escuela para los mismos; la Escuela dominical de San José, para obreros; 

la Asociación de Damas Católicas Mexicanas, fundada en 1912, que hizo una benéfica labor social y sostuvo escuelas nocturnas para obreros; el Centro de Estudiantes Católicos, constituido en 1913 con el fin de promover el cultivo y desarrollo físico, intelectual, moral y social de sus miembros, así como la instrucción en la teoría y en la práctica de la ciencia social, y la formación como escritores, oradores y propagandistas. 

Este Centro fue el principio de la Liga Nacional de Estudiantes Católicos, constituida en 1913 con los elementos de la Sociedad Filosófica Católica de Estudiantes “Jaime Balmes”.

Para iniciar la organización de los sindicatos agrarios en México, el Arzobispo Mora y del Río, quien había sido el promotor de la Confederación de Círculos Católicos Obreros, convocó a una reunión, en 1913, para formar una Liga Social Agraria, la cual se constituía como una sociedad cooperativa, de carácter popular y mixto. 

La Liga agrupaba a grandes y a pequeños terratenientes, así como a agricultores sin tierra, con el fin de coadyuvar al bien general por medio del fomento agrícola, para lo cual se encargaría de:

1. Gestionar, ante el gobierno federal y los gobiernos locales, la obtención de franquicias necesarias para el desarrollo de la agricultura, como exenciones de impuestos para maquinaria agrícola, reducción de tarifas de los ferrocarriles para el transporte de productos agrarios, leyes que protejan a los agricultores contra los abusos de comerciantes y fabricantes de fertilizantes, etc.

2. Formar un departamento encargado de hacer en común las compras de implementos agrícolas

3. Establecer un centro de ventas al que los agricultores envíen sus productos para ser vendidos

4. Ayudar para que en todas las haciendas se establezcan escuelas

5. Vigilar que los contratos entre amos y sirvientes sean equitativos

6. Publicar un boletín

7. Hacer propaganda en favor de la agricultura

Se preveía también la fundación de una caja de préstamos y ahorros de la Liga Social Agraria.

La Prensa Católica

Entre 1892 y 1914 los católicos poco utilizaron ediciones de libros para difundir el pensamiento social católico. En cambio, recurrieron con más frecuencia a la prensa. En la capital, los diarios más importantes fueron: 

La Voz de México (1867-1908), El Tiempo (1883-1912) y El País (1899-1914), los cuales difundían en sus editoriales la Doctrina Social de la Iglesia en todo el país.

Además, en cada uno de los Estados de la República circulaban publicaciones y periódicos de la prensa católica, todos bajo la supervisión episcopal, como lo muestra la larga lista de inscripción del Congreso de Periodistas Católicos celebrado en México D.F., en 1909.

También se publicaba la Gaceta Eclesiástica Mexicana (1897-1912), Órgano Oficial del Arzobispado de México, así como los boletines eclesiásticos de las diversas Diócesis.

En 1910 comienza a publicarse en Guadalajara la revista Restauración Social, órgano de las semanas católico-sociales. En 1911, la Unión Católica Obrera, que sería la iniciadora de la Confederación de Círculos Católicos Obreros, publica el periódico mensual "El Grano de Mostaza". 

En 1912 se funda La Nación, Órgano del Partido Católico Nacional, que diariamente publicaba algún artículo sobre problemas sociales.[12]

Conclusión sobre la difusión de la
Doctrina Social Católica en México

En virtud de todo lo anterior, podemos afirmar que el movimiento social católico fue el movimiento que más contribuyó a formar en México la conciencia social, gracias a las valiosas orientaciones de la Doctrina Social de la Iglesia

Es cierto que en estos años también se introdujeron en México las doctrinas socialistas y anarquistas, y que hubo grupos y publicaciones que las difundían; el anarquismo se difundía, después de la desaparición de El Socialista, por medio de Regeneración, que comenzó a publicarse en 1900. 

Este periódico era dirigido por Ricardo Flores Magón y circuló clandestinamente desde 1904, por lo que su difusión no pudo ser muy amplia.

Por tanto, y en virtud de que el pueblo de México ha estado acostumbrado a escuchar a sus sacerdotes, es necesario resaltar “la influencia que ejerció en el nacimiento y desarrollo de los movimientos y legislación sociales mexicanos, la Doctrina Social Católica difundida en la primera década del siglo XX. 

Hay que tener en cuenta que ninguna otra doctrina social contó con los medios de difusión del catolicismo social: en el periodo hubo cuatro Congresos católicos, tres agrarios, tres semanas Católico-sociales, dos Dietas de la Confederación de Círculos Católicos de Obreros; 

la Doctrina Social de la Iglesia se enseñaba en los seminarios del país, en las dos universidades católicas que hubo, en las escuelas católicas de Jurisprudencia; hubo mexicanos que estudiaron en universidades europeas, principalmente en la Gregoriana, donde se cursaba sociología católica”.[13]

Finalmente, la solución definitiva de la cuestión social, de acuerdo con los católicos, sólo podía conseguirse haciendo partícipes del capital al mayor número posible de personas

Con esa intención los pensadores católicos estudiaron el fraccionamiento y el reparto de las propiedades agrarias y la participación de los obreros en las utilidades de las empresas. 

El reparto de utilidades no sería la última etapa. La copropiedad en el capital vendría a ser el coronamiento y remate de la asociación en las utilidades, afirmaba un editorial de La Nación, Órgano del Partido Católico Nacional. (Sobre estos temas abordados por la Doctrina Social de la Iglesia, vale la pena consultar las orientaciones del Papa Juan Pablo II en la Encíclica Laborem Exercens n 14, en las que reitera estas mismas ideas de participación y de copropiedad, con fundamento en el Destino Universal de los Bienes).[14]

La Obra Social de Madero

La revolución encabezada por Francisco I. Madero postuló un programa de reforma social, aunque más bien política, con el fin de terminar definitivamente con los abusos del obsoleto y pernicioso sistema liberal, tan dañino no solo para los trabajadores, sino para toda la comunidad. 

En efecto, el Plan de San Luis se refiere explícitamente a la restitución de los terrenos de los numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, que habían sido despojados de sus terrenos y sufrían injusticias causadas por los abusos de la ley de terrenos baldíos. 

Los revolucionarios de entonces pensaron en desarrollar la pequeña propiedad, lo cual, por otra parte siempre había sido aconsejado por la Iglesia.

En 1911 el gobierno de Madero fundó el Departamento del Trabajo, dependiente de la Secretaría de Fomento, con el fin de reunir información sobre el trabajo, servir de intermediario entre obreros y patrones, procurar el arreglo equitativo entre ellos, cuando lo solicitaran, ejerciendo funciones de árbitro y de conciliador, etc. 

Aun cuando no dio muchos resultados, el Departamento del Trabajo fue un antecedente de un Departamento de lo que años después sería la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

En 1912, Ernesto Madero, secretario de Hacienda, indudablemente influido por el movimiento social católico, afirmaba en su iniciativa de presupuestos que no era posible desconocer la importancia de la cuestión social, 

por lo que había que resolverla en el sentido de la justicia y de la armonía entre los dos factores indispensables para la producción, es decir, entre el capital y el trabajo, 

y que la resolución de estos problemas requería de estudio, de formación de estadísticas del trabajo, de toda clase de datos acerca de las horas y accidentes de trabajo, 

de la labor de la mujer y del niño, de las relaciones contractuales entre obreros y patrones, etc., con los cuales se podría ir fundando la legislación social.

Introducción


Efraín González Luna, uno de los fundadores del Partido Acción Nacional y “filósofo” del mismo, participó junto con los antiguos miembros del Partido Católico Nacional, en reuniones y conferencias organizadas por la Confederación Católica del Trabajo, fundada en 1920.

En Jalisco, tierra de don Efraín, habían triunfado todos los candidatos del Partido Católico Nacional y la Legislatura Católica tuvo la oportunidad de discutir más leyes sociales por iniciativa de los diputados católicos. 

Las principales fueron sobre: Instrucción Pública, para favorecer la libertad de enseñanza; Patrimonio Familiar; Municipio Libre; Descanso Dominical; reconocimiento de las Uniones Profesionales y exención de impuestos a las Cajas Rurales; Representación Proporcional. 

Varias de estas iniciativas fueron promulgadas y, conforme a la representación proporcional, los católicos jalisciences dieron entrada en el Gobierno a las minorías. Por desgracia, el cuartelazo de Victoriano Huerta arruinó esta brillante legislación.

La fundación del PCN


Durante la presidencia interina de Francisco León de la Barra (26 de mayo – 6 de noviembre de 1911), designado como sustituto del general Díaz en los Tratados de Ciudad Juárez, ocho partidos se lanzan a la contienda electoral: 

el Reyista, el Liberal, el Liberal Radical, el Liberal Puro, el Antirreeleccionista, el Constitucional Progresista, el Católico Nacional y el Popular Evolucionista.

El Partido Constitucional Progresista fue creado por Francisco I. Madero, quien en una entrevista que le hizo un reportero de el “El País” (diario dirigido por Trinidad Sánchez Santos que mucho influyó en la caída del dictador como lo reconoció el propio Madero) en 1910 cuando se hallaba preso en Monterrey, afirmó:

“En cuanto a las Leyes de Reforma, fueron expedidas en épocas de lucha... En los actuales momentos entiendo que la mayoría de la nación estaría porque esas leyes fuesen atenuadas, pues ya no existen los odios de antes...”

El 3 de mayo de 1911, pocos días antes de que Porfirio Díaz renunciara a la presidencia de la República, fue fundado en México el Partido Católico Nacional con la divisa “Dios, Patria y Libertad”, por personas que dirigían el llamado Círculo Católico de México, con el fin de inyectar principios católicos morales y sociales en la vida pública del país. 

Postula a Francisco I. Madero (quien también es postulado por otros partidos como el Constitucional Progresista, creado por el propio Madero) para la Presidencia de la República y a Francisco León de la Barra para la Vice-presidencia.

En 1909, por iniciativa de Gabriel Fernández Somellera, se había citado a una junta para reorganizar el Círculo Católico de México. 

De acuerdo a sus estatutos, el Círculo se organizó como una sociedad cooperativa limitada que se regiría, en lo no previsto por sus estatutos, por el Código de Comercio vigente. 

Con ello se quería que la asociación tuviera personalidad jurídica propia, de acuerdo con las leyes mexicanas, por lo cual se evitaba la intervención directa de las autoridades eclesiásticas en su dirección y vigilancia, aunque se establecía que la sociedad se disolvería “por la pérdida de su carácter esencialmente católico, a juicio de la autoridad eclesiástica”. 

El objeto de la asociación era, en general, “extender la acción católica a todas las clases de la sociedad por cuantos medios se hallen a su alcance”.

Entre los fundadores del PCN se encontraban: 

Manuel F. De la Hoz, Emanuel Amor, Luis García Pimentel, Francisco Barrera Lavalle, Carlos Díez de Sollano, Rafael Martínez del Campo, Victoriano Agüeros, Angel Ortiz Monasterio, Manuel León Ortiz, Andrés Bermejillo, Miguel Palomar y Vizcarra, Luis B. de la Mora, Agustín Caballero de los Olivos, Francisco Pérez Salazar, Francisco Traslosheros, Trinidad Sánchez Santos y Francisco Elguero, en cuyas “Reflexiones” se inspiró el programa del Partido.

El PCN se proponía ejercer, en el marco de las instituciones existentes, el derecho de exigir la reforma de la legalidad, sobre la base constitucional de la libertad religiosa y conseguir la libertad de enseñanza, 

la efectividad del sufragio, la inamovilidad del Poder Judicial, la solución a los problemas sociales con base en la Doctrina Social de la Iglesia, y la fundación, desarrollo y fomento de las instituciones de crédito para la agricultura y la industria en pequeño.

El programa social del Partido Católico comprendía el establecimiento de sindicatos profesionales, el descanso dominical, y, especialmente, el patrimonio familiar, es decir, la pequeña propiedad de tierras fija en la familia e incapaz de ser vendida, hipotecada o dividida. 

En el aspecto político proponía también que los municipios quedaran libres de la intervención de la Federación que había en el porfirismo, y propugnaba por los derechos de las minorías, proponiendo una representación proporcional al número de habitantes (cuota electoral).

El Órgano Oficial del Partido Católico se llamaba La Nación.

La denominación de “Católico” fue justificado por los directores del Partido, aduciendo el ejemplo del Centro Católico Alemán, del Partido Católico y de la Liga Democrática Cristiana Belgas, así como de la Unión Electoral Católica Italiana, siguiendo el consejo del Papa Pío X para que los católicos se organizaran en grupos francamente católicos.

Francisco Banegas Galván afirma que el PCN se fundó principalmente como una respuesta a la injusta situación jurídica de la Iglesia en México y a la marginación política de los católicos mexicanos.

También pesó la consideración de que el Partido sería un complemento indispensable para la acción social. 

Así, en el proyecto de “unión político-social de los católicos mexicanos” escrito en 1909 por el jesuita Bernardo Bergoend, y que es un antecedente del PCN, se decía que era necesario “emprender en toda forma una acción social de tal naturaleza que disminuya las causas permanentes de miserias y de injusticias que aquejan a nuestro pueblo, 

procurando para la familia, para el obrero, para el campesino tales condiciones de existencia y de organización que sean la salvaguardia de los derechos y de los intereses de todos; 

pero como la acción social poco podrá sin la legislación social, y la legislación no se alcanza sin la acción política, nos lanzaremos sin miedo al campo de batalla político”.

La trayectoria del PCN


El licenciado Eduardo J. Correa describe el ambiente en el que se decidió la candidatura de Madero: “los ánimos se habían caldeado, después hablamos tres o cuatro personas más, la voz prestigiosa y sonora del señor licenciado de la Hoz, quien había permanecido ajeno al debate, se alzó para derramar sobre los espíritus suave rocío de paz. 

Nos recordó que éramos cristianos, que es sinónimo de amor; propuso que eleváramos nuestras almas a Dios antes de que diéramos nuestros votos, y con emoción hondísima, que puso el aplauso en las manos y las lágrimas en los ojos, recitó las estrofas del “Veni Creator”, que fueron escuchadas con religioso silencio.

“Se recogió la votación, y entre un entusiasmo delirante, saludada y acompañada con palmadas y vivas, se proclamó que el Partido Católico Nacional sostendría la candidatura de Francisco I. Madero para presidente de la República... 

La designación de Madero como candidato fue perfectamente recibida en lo general, y constituyó, para mí, uno de los aciertos del Partido Católico, que así logró vitalidad y resonantes triunfos”.

Los Principios del Partido Católico le parecieron bien a Madero, quien comunicó al Partido lo siguiente:

“Considero la organización del Partido Católico en México como el primer fruto de las libertades que hemos conquistado. Su programa revela ideas avanzadas y el deseo de colaborar para el progreso de la Patria de un modo serio y dentro de la Constitución…”

Los postulados católicos defendidos por el Partido Católico, no dejaron de ser reconocidos y de hacer mella, como consecuencia de la larga dictadura porfirista, y en poco tiempo se habían alistado en él medio millón de adeptos, y hasta llegó a ser el de la mayoría en Estados como Jalisco, Michoacán, Guanajuato, México, Zacatecas y Colima.

Entre 1911 y 1913 el Partido Católico logró llevar a la Cámara de Senadores a 4 miembros, 29 a la de Diputados, 4 más al gobierno de otros tantos Estados y muchos más a las legislaturas locales.

También ganó siete elecciones de Gobernadores en: Querétaro (Carlos E. Loyola, 1911), Jalisco (José López Portillo y Rojas, 1912), México (Francisco León de la Barra, 1913), Zacatecas (Rafael Ceniceros y Villarreal, 1913), Chiapas, Puebla, y Michoacán, pero en estos tres últimos Estados no le fueron reconocidos los triunfos. Una buena lección de cultura cívico-política la dio el Partido Católico al reconocer su derrota en Guanajuato.

Para las elecciones federales de junio de 1912 el PCN presentó 5  candidatos para la Suprema Corte, 19 para el Senado y 193 para la Cámara de Diputados: de ellos entraron 4 en el Senado y 29 en la Cámara. 

En realidad, 75 eran los que habían salido electos diputados, pero por intrigas que culminaron con la selección de los electos mediante el “criterio político” proclamado por el diputado progresista Luis Cabrera, 46 fueron eliminados sin abrirse los expedientes relativos a la elección de muchos de ellos.

Los principales abusos cometidos contra el PCN en las elecciones de Ayuntamientos, ocurrieron en la Capital, en Morelia y en Chiapas, como lo investigó el gran historiador José Bravo Ugarte.

En la Capital fueron al Colegio Electoral 200 electores católicos y 450 del Constitucional Progresista. No se permitió que hablaran los miembros del PCN, arrojaron fuera del salón a sus candidatos, no tomaron en cuenta a sus electores ni las protestas que hacían.

En Morelia fue lapidada durante tres horas la residencia de Francisco Elguero, presidente regional del PCN.

En Chiapas los adversarios del PCN vengaron las derrotas que sufrieron en los comicios, asesinando el inspector de policía al presidente municipal de San Bartolomé don José del Toro Estrada; 

persiguiendo y haciendo huir de Acala a los del Centro Católico y dando muerte a don Abraham Santos junto al lecho de su mujer que acababa de dar a luz a su pequeño hijo.

La actuación del Partido Católico fue en general correcta y mereció elogios de liberales y de no católicos por su buena organización y por el fiel sostenimiento de su programa.

En efecto, la buena labor del PCN fue objeto del elogio y de las felicitaciones del Episcopado, el cual alabó al Partido por el orden y la disciplina que había sabido observar y por los resultados que había obtenido, confirmándolo al mismo tiempo en que 

“debía llamarse católico por los principios que profesaba” 

(Edicto de los Arzobispos de México, Oaxaca, Puebla, Michoacán y Linares. México, 25 de julio de 1912).

Hubo también liberales que encomiaron al PCN porque “se había organizado con mucha actividad, energía y acierto” (Lara Pardo), por su corrección, disciplina, firmeza de principios y trabajos por el bien del país (Bulnes), reconociendo que “era el más numeroso, el mejor organizado y el que había sostenido fielmente su programa desde que inició su existencia” (Benito Gómez Farías), declarando que: 

“el Partido Católico es un verdadero Partido, porque en él los principios son más importantes que los hombres. 

Los otros grupos políticos, inclusive el que se empeña en llamarse por antonomasia Partido Liberal, son banderías caracterizadas por los hombres que las dirigen... 

El PCN está perfectamente organizado y su fuerza es incuestionable. 

Los liberales deberíamos sentir estímulo ante esto, y recibir humildemente lecciones de civismo como la que los católicos michoacanos nos dieron al reconocer su derrota en las elecciones generales de su Estado y declarar sin reservas que aceptaban como gobernador legítimo al que triunfó con el apoyo del Partido Constitucional Progresista. 

Así se hace política sana; así se trabaja por la consolidación de las Instituciones” (Calero).

Con el golpe de Estado contra Madero, Victoriano Huerta quedó como presidente de la República. 

El 10 de octubre de 1913 Huerta dio otro golpe de Estado, esta vez contra el Congreso, lo disolvió y convocó a elecciones extraordinarias para la integración de uno nuevo para el 26 de octubre del mismo año.

En las elecciones para el Poder Legislativo tomó parte el Partido Católico con el deseo de reencarrilar el país en la legalidad.

El gobierno le ofreció al señor Somellera cien curules a condición de que el Partido le prestara su apoyo y de que el gobierno designara, sin atención a las elecciones, los diputados. 

Y por medio del señor Tamariz hizo saber a los diputados católicos, que saldrían los que el gobierno quisiera, y que los que no estuvieran conformes, lo dijeran, para borrarlos de las listas. 

Somellera rechazó la oferta y el PCN entró en la lid sin plegarse por la presión gubernamental.

Varios exdiputados, como Eduardo J. Correa y Perfecto Méndez Padilla repitieron sus giras políticas, pidiendo Correa a sus electores “la ratificación de sus anteriores credenciales, pues no reconocía el golpe de Estado”, 

y vigilando Méndez Padilla personalmente su elección e Purépero y esperando hasta que se llevó consigo las boletas de ella, que atestiguaban su legítimo triunfo.

El 18 de noviembre se abrió la “segunda XXVI Legislatura” y en ella no se reconoció su elección sino a cinco diputados: Correa (Aguascalientes), de la Hoz (Guadalajara), de la Mora (S. Pedro Tlaquepaque), Francisco Elguero (Zamora) y Perfecto Méndez Padilla (Purépero): 

de ellos, Francisco Elguero pidió licencia a la Cámara para seguir desempeñando el cargo de Administrador del Timbre que tenía, también con licencia, desde el 17 de septiembre, y de la Hoz no quiso volver a su curul por no estar de acuerdo con el huertismo.

Tampoco lo estaba el PCN pero seguía otra táctica. 

“La Nación”, órgano principal del Partido, estuvo censurando las faltas del gobierno y fue por eso suspendida el 23 de diciembre de 1913 y definitivamente suprimida el 14 de enero de 1914 siendo poco después encarcelados en San Juan de Ulúa Gabriel Fernández Somellera, director del PCN y 

Enrique M. Zepeda, director del periódico. Somellera tuvo además que expatriarse (2 de febrero de1914) ante los repetidos y diversos avisos que tuvo, de que su vida peligraba.

En la Cámara fue gallarda la actitud de Perfecto Méndez Padilla, quien, junto con su hermano José (suplente de Francisco Elguero) y con el diputado Lozada, se opuso a la concesión de facultades extraordinarias al Ejecutivo en Hacienda y Guerra (11 de diciembre de 1913); 

que reprobó luego (28 de abril de 1914) la aprobación global del uso que el gobierno había hecho de ellas; y que protestó, al discutirse la renuncia presidencial de Huerta, contra la afirmación del diputado Teja Zabre, de que “desde que se instaló la Cámara no se había hecho más que obedecer las indicaciones de dicho general, una por una”.

Por su aludido discurso del 28 de abril, Méndez Padilla fue llamado y amenazado personalmente por Huerta, el cual sólo se calmó al saber que aquél era vicepresidente en funciones del PCN y que el PCN había convocado a sus miembros para la defensa de la patria contra el yanqui invasor de Veracruz.

Y así desapareció de la política el Partido Católico, cuya temida actuación democrática iba a quedar “estrictamente prohibida” por el artículo 130 de la Constitución de 1917. 

En efecto, ignominiosamente dicho artículo declara ilegal todo partido político cuyo nombre contenga alguna palabra o indicación que lo conecte en algún modo con una confesión religiosa, y esa fue la muerte del Partido Católico. 

Aconsejado por los gobernadores de los Estados y por varios jefes militares, Venustiano Carranza escogió y nombró personalmente a los miembros de la “Asamblea Constituyente”, que se encargaría del estudio y redacción de la nueva “Carta Magna”. 

Entre ellos había militares y civiles; liberales, masones y protestantes, pero casi ningún católico de convicciones profundas. A pesar de este ambiente adverso, José Natividad Macías lograría que el artículo 123 Constitucional llevara la marca de la Doctrina Social de la Iglesia.

El verdadero motivo de esta persecución religiosa estuvo en la tradicional animadversión de los liberales jacobinos, socialistas y protestantes que figuraban en las filas revolucionarias y se encontraban alarmados con el florecimiento de la Iglesia y del Partido Católico.

Principios, Identidad y Mística


Sobre lo que hoy en día llamaríamos identidad y mítica como características de un auténtico partido político al servicio del Bien Común, Eduardo J. Correa escribió: 

“Vengamos ahora a lo que a los principios atañe. Sabido es que si los católicos nos resolvimos a actuar en la vida cívica, tomando participación en los asuntos públicos, no fue para tener honores ni para disfrutar medros, sino para desarrollar la acción social a que debe aspirar todo partido, que no sea personalista. 

Para lograr el encumbramiento de amigos, nos habría bastado con seguir los procedimientos marcados por la actuación liberal.

“Pero nosotros perseguimos hondas y trascendentales reivindicaciones, que nos lleven al mejoramiento social a que aspiramos, y consecuentes con nuestros ideales, hemos creído que la restauración anhelada no podrá venir sino volviendo a Cristo. 

Por eso escribimos su Santo Nombre, en primer lugar, en el lema de nuestro Partido, para que nos sirva de guía y bandera, de luz y de cima, así es que con nosotros estarán aquellos que vayan de acuerdo con nuestros principios...”

Con su sincera vocación política, el licenciado Correa dio ejemplar testimonio de congruencia entre lo que escribía y vivía, recordándonos la máxima que tanto gustaba a Manuel Gómez Morín, “Iguala con la vida el pensamiento”

“A la entrada de los carrancistas – escribe Correa - me vi perseguido y tuve necesidad de ocultarme... Todos mis bienes habían sido incautados; mis parientes y amigos de Aguascalientes no podían ayudarme. 

"Llegué a duros extremos de pobreza; por meses en mi hogar no se conoció la leche y en una humildísima casa de la calle del Chopo nos amontonamos mis 10 hijos, mi mujer y yo. 

"Los únicos que me tendieron la mano, procurando ayudarme, en forma inolvidable por la manera tan discreta con que lo hicieron, fueron el R.P. don Pascual Díaz, S.J., más tarde Arzobispo de México, y don Blas Ruiz... 

"Sirva esta nota para que quede consignada mi gratitud para los que en mi época de prueba me impartieron ayuda, cuyos nombres quedan escritos, y a los que hay que añadir el del señor doctor don Miguel Silva, quien por súplicas de un primo mío, Manuel Olavarrieta, influyó para que a mi esposa y a mí nos fueran devueltos los bienes que nos habían incautado, y al que ni de vista conocía”.

El historiador José Gutiérrez Casillas, S.J., nos muestra la excelencia y precisión del programa del PCN:

1. El Partido Católico Nacional, dentro de las instituciones existentes, ejercitará el derecho de exigir la reforma de la legalidad por medio de la legalidad, sobre la base constitucional de la libertad religiosa.

2. Defenderá, aún a costa de los bienes y de la vida de sus afiliados, la independencia y la integridad del territorio nacional.

3. Trabajará porque sea efectiva la libertad de enseñanza, y no se haga de ella una criminal irrisión.

4. Se empeñará denodadamente en conseguir que las instituciones democráticas y republicanas, principalmente la del libre sufragio, sean una verdad en todo el país.

Para ese fin acepta el principio de la no reelección en su mayor amplitud, en cuanto a los poderes ejecutivo, federal y del estado.

5. Hará cuanto esté a su alcance porque se establezca la inamovilidad del poder judicial, como la mejor garantía de su independencia, y el medio más eficaz de establecer y consolidar la paz en la república.

6. Se esforzará por aplicar a los modernos problemas sociales, para bien del pueblo obrero y de todo el proletariado agrícola e industrial, las soluciones que el Cristianismo suministra, como las únicas que,

conciliando los derechos del capital y del trabajo, podrán ser eficaces para mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras, sin perturbaciones del orden y menoscabo de los derechos de los capitalistas y empresarios.

7. Pondrán especial empeño en la fundación, desarrollo y fomento de las instituciones de crédito para la agricultura y la industria en pequeño, a fin de sustraerlas a la acción de la usura y de favorecer el libre desenvolvimiento de esas principales fuentes de la riqueza pública.

8. Constituido sobre las anteriores bases que la democracia, el patriotismo y la religión aprueban, el Partido Católico Nacional adopta como fórmulas de sus altas aspiraciones, este augusto lema:
“Dios, Patria y Libertad”

     México, mayo 11 de 1911


Conclusión


Quizás con visión profética el licenciado Correa decía que “no debe olvidarse que los partidos políticos con sus derrotas de hoy preparan los triunfos de mañana”.  

Es admirable que después de tres décadas de dictadura Porfirista el Partido Católico Nacional, sin mayor experiencia, haya tenido tantos aciertos. 

Hombres como Efraín González Luna, quien vivió intensamente la experiencia democrática en Jalisco, proyectarían más tarde la luminosidad del PCN en el Partido Acción Nacional, lo cual, como diría Carlos Castillo Peraza, constituye también una victoria cultural.

NOTAS


[1] Cf. Gutiérrez Casillas, S.J., José. Jesuitas en México durante el Siglo XIX, editorial Porrúa, México 1972
[2] Cf. Márquez Montiel, Joaquín. Historia de México, Segundo Año, editorial JUS, México 1969, p. 210
[3] Positivismo: sistema filosófico desarrollado por el francés Augusto Comte, que restringe el cometido de la ciencia a la comprobación de los hechos, pero prescindiendo de los fundamentos metafísicos de la ciencia, lo cual es absurdo. (Cf. Brugger, Walter. Diccionario de Filosofía, editorial Herder, Barcelona 1979)
[4] Cf. Bravo Ugarte, José. Historia de México, Relaciones Internacionales, Territorio, Sociedad y Cultura, Tomo III, Volumen II, editorial JUS, México 1959, pp. 463-465
[5] Meyer, Jean. El Catolicismo Social en México hasta 1913, Colección “Diálogo y Autocrítica”, No. 1, IMDOSOC, México 1985, p. 15


[6] Cf. Barbosa Guzmán, Francisco. La Caja Rural Católica de Préstamos y Ahorros en Jalisco (1910-1914 y 1920-1924), IMDOSOC, México 1996
[7] Cf. Christlieb, Adolfo. La Cogestión Obrera, en Escritos Periodísticos, EPESSA, México 1994, pp. 621-625
[8] Cf. Landerreche Obregón, Juan. Participación de los Trabajadores en las Utilidades de las Empresas, Prólogo de Efraín González Luna, editorial JUS, México 1956
[9] Cf. Álvarez, Oscar C. La Cuestión Social en México: El Trabajo, Manual para Círculos de Estudio, Publicaciones Mundiales, S.A. México 1950

[10] Cf. Adame Goddard, Jorge. El Pensamiento Político y Social de los Católicos Mexicanos (1867-1914), Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC), México 1991 (Centenario de la Encíclica Rerum Novarum), pp. 252-253. El autor es doctor en Historia por El Colegio de México y abogado por la Escuela Libre de Derecho. La primera edición de esta importante obra la realizó el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1981.
[11] Márquez Montiel, S.J. Joaquín. La Doctrina Social de la Iglesia y la Legislación Obrera Mexicana, editorial JUS, México 1958, p. 44

[12] Cf. López Ríos, Bernardo. Las fuentes social cristianas del artículo 123 constitucional, en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 12, No. 47, enero/marzo, México 1999, pp. 123-141

[13] Adame Goddard (1991), op. cit., p. 258
[14] Cf. S.S. Juan Pablo II. Encíclica Laborem Exercens, Sobre el Trabajo Humano, en Iribarren, Jesús y Gutiérrez García, José Luis (coordinadores). Once Grandes Mensajes, documentos de Doctrina Social de la Iglesia (de S.S. León XIII a S.S. Juan Pablo II), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1992.

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